Por la propia naturaleza de sus orígenes, las naciones forjadas en el continente americano a partir del siglo XVI, y que hoy constituyen países con estados independientes, padecen de lo que yo llamo tortícolis colonial. Algunos más, otros menos. Sin embargo, la tortícolis siempre está ahí, manteniendo los ojos de los países americanos mirando hacia Europa y el resto del mundo, mientras que nuestros vecinos nos parecen distantes.
El “consorcio” de las Américas alberga vecinos que hablan muy poco. La metáfora del condominio es válida porque nuestro intercambio es mucho más de “trámites”, como la de los vecinos que se encuentran solo en las asambleas del consorcio, y nada tiene que ver propiamente con la de pueblos amigos que comparten las muchas cosas en común que tienen.
Además de la rigidez de la tortícolis colonial, tenemos otro problema… Las iniciativas de integración entre los países americanos vinieron de grupos influenciados por la ideología de izquierda, incluso cuando aún no eran partidos políticos. En el campo cultural, los artistas que buscaron esta integración tenían esta formación y este espíritu revolucionario.
Otro de los problemas, por ejemplo, fue siempre hablar solo de América Latina, alienando a Estados Unidos, Canadá y otros países o dependencias que no tenían colonización portuguesa o española. América Latina es una ficción. Lo que existe son las tres Américas.
Las iniciativas, los pensadores y los partidos conservadores no son comunes fuera de los Estados Unidos. Aunque las muchas corrientes políticas hayan sido designadas como tales por los marxistas, el uso inadecuado de la terminología no cambia la realidad. Perón, Getúlio, Pérez, Menen, Fujimori, Batista o los gobiernos militares no fueron conservadores, aunque sellados como tal. Cuando hablamos de conservadurismo aquí, hablamos de otra cosa.
En Brasil, la tradición conservadora en el Parlamento y en la política cotidiana se perdió prácticamente tras el golpe militar de 1889 que instituyó la forma republicana. La mayoría de los brasileños comprometidos con la política ignoran el conservadurismo, aunque el comportamiento y los valores de la nación se identifican con el comportamiento y los valores conservadores.
Hubo algunos políticos y teóricos de un pensamiento que podemos llamar conservador en las Américas, como Gabriel García Moreno, João Camilo de Oliveira Torres, Pimenta Bueno, José Manuel Estrada, vizconde de Uruguay y creo que aún hay otros de los que no tengo conocimiento. En Estados Unidos hay think tanks y una tradición conservadora muy viva y activa, pero es una excepción.
Y ese es precisamente el propósito de este artículo. Los conservadores en los países de las tres Américas necesitamos dialogar, intercambiar conocimientos, experiencias, recursos y desarrollar respuestas a los problemas contemporáneos a partir de la tradición conservadora que han construido nuestros países, por tímidos o distantes en el tiempo que sean.
Sugiero a Usted que se identifica con el pensamiento conservador y que vive en Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, México, Panamá, El Salvador, en Nicaragua, Guatemala, República Dominicana, Haití, Estados Unidos, Canadá, Belice, Jamaica, Honduras, Costa Rica, Guyana, Surinam, las islas del Caribe, o incluso si eres un de los cubanos exiliados en diferentes países: vamos a formar una unión panamericana de conservadores.
Queda mi exhortación a los hermanos conservadores de nuestro gran continente: debemos colaborar para que América cumpla su histórico destino de paz y prosperidad.